martes, 6 de marzo de 2018

La mano de goma, o cómo sentir dolor sin que nos toquen

Ojos que no ven, corazón que no siente. ¿Cuantas veces hemos oído esa frase? Esta expresión hace referencia a situaciones donde voluntariamente evitamos presenciar eventos dolorosos o injustos para no sufrir a causa de ellos. Con todo, el texto de hoy nos enseñará que también tiene una variante algo más literal, pues una de las ilusiones más extrañas tiene que ver con no sentir lo que no vemos, y sentir lo que sí. Y lo mejor, ¡podéis probarlo en vuestra propia casa! 



La ilusión de la mano de goma es uno de los experimentos más conocidos entre los psicólogos, sobre todo por lo fácil de replicar que resulta. Para ponerla en práctica apenas necesitamos una réplica de una mano (cuanto más realista mejor) y algo con lo que tapar nuestro brazo, ya sea un cartón o una prenda de ropa. El funcionamiento es bien sencillo: ponemos nuestra mano tapada/oculta y dejamos la de goma delante nuestra, tapándola de tal modo que desde nuestro punto de vista parezca que es nuestro bazo real. Como en la foto siguiente, vamos. 

Google Imágenes está lleno de formas alternativas para aplicar esto.

A continuación, lo que debemos hacer es tocar ambas manos (la real y la falsa) a la vez de la misma forma, ya sea acariciándolas o simplemente tocándolas con un pincel. Poco a poco nuestro cerebro relacionará la sensación de la mano real con la imagen que está viendo (la mano falsa siendo acariciada), y se autoengañará pensando que la mano falsa es nuestra propia mano. En apenas unos minutos seremos capaces de tocar solo la mano falsa y sentir a través de ella. De hecho, si entonces cogemos un martillo y golpeamos la mano falsa sentiremos dolor como si nos hubieran golpeado de verdad; no por nada también se conoce a este efecto como ilusión de la transferencia corporal

Todo esto sucede porque nuestro cerebro construye el mundo que nos rodea a partir de la información visual, sonora y táctil que recibe. Así, si ve que una mano está siendo acariciada y a la vez nota su mano acariciada entenderá que, por narices, esa tiene que ser su mano. Teniendo en cuenta que el dolor es la forma que tiene nuestro cerebro de avisarnos de que nuestro cuerpo puede haber sufrido daños, resulta lógico entender que al ver que la que piensa que es nuestra mano acaba de recibir un martillazo nos avise de la única forma que sabe hacerlo (con dolor). Bueno, al menos esta es la respuesta fácil y sin ponernos excesivamente técnicos; para los que quieran una explicación algo más extensa en español recomiendo esta breve lectura, que se extiende algo más en los procesos mentales asociados. 

¿Y de qué nos sirve saber esto? Además de para hacer el tonto con familiares y reírnos un poco conforme nuestro cerebro se vuelve loco, claro. Entre otras cosas, amplia en gran medida nuestro rango de acción sobre los miembros fantasma, dolores crónicos que sienten las personas que han sufrido amputaciones y no reaccionan correctamente a sus prótesis. Mediante este mismo experimento se intenta que poco a poco vayan adaptándose a sus nuevas extremidades y cada vez más las sientan como propias. A su vez, también resulta de gran utilidad para gente que tras sufrir una apoplejía deja de sentir como propias las partes paralizadas del cuerpo.

Os dejo por aquí una muestra del experimento.

Y con esto y un bizcocho cerramos por hoy. ¡La semana que viene más!

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