miércoles, 30 de mayo de 2018

¿Qué hacemos con los suspensos?

La llegada del verano es uno de los momentos más estresantes en la vida de todo padre. Por un lado toca readaptar nuestra rutina diaria a todo el tiempo libre del que disponen nuestros hijos durante sus vacaciones; por el otro, implica tomar medidas en caso de que su rendimiento académico no haya estado a la altura de lo esperado. Así, una duda que nos suele llegar a consulta tiene que ver con la recepción de las notas, pues... ¿qué deberíamos hacer con los suspensos?


Independientemente de si vamos o no regularmente a reuniones con el profesorado, es casi seguro que semanas antes del fin de curso ya tendremos nuestras sospechas. Un "Saqué un 3 pero en el próximo saco un 7 y me hace media" por aquí, un "Es que el profe me tiene manía" por allá... las más de las veces los suspensos no llegan sin previo aviso, y a poco que prestemos atención a los comentarios de nuestros hijos al salir del cole es probable que acertemos la mayor parte del boletín.

Una vez tengamos las notas entre manos y veamos una o más asignaturas por debajo del Aprobado deberemos mantener la calma y no perder los nervios, sobre todo si ésta es la primera vez que ocurre. Dramatizar no sirve de nada, y el conocido "¡Estás acabando con mi salud!" no constituye precisamente la mejor forma de motivar a alguien a cambiar. Porque ahí está la clave: motivarlos para que cambien.

La mayoría de las veces los suspensos no suceden por una falta de capacidad del alumno, sino porque nuestro hijo no trabaja todo lo que debería. Como padres, será nuestro objetivo que cambien su método de estudio, devolviéndoles (o inculcándoles por primera vez) el interés por aprender. Es crucial que entiendan que suspender no es fracasar, sino un toque de atención sobre los resultados de nuestro rendimiento académico.


Volvamos al momento de la recepción de las notas. Una vez comprobemos la cantidad de de asignaturas que deberán recuperarse en septiembre nos tocará ver qué opina nuestro hijo al respecto. Probablemente aquí empiece la lluvia de excusas, las cuales se moverán desde el "Tuve mala suerte" a "Es que no valgo para esto". Nuestro objetivo será que su respuesta contenga el mensaje "No estudié lo suficiente", pues hasta que no asimilen que su rendimiento académico depende de su esfuerzo poco podremos hacer al respecto.

Es importantísimo que durante todo lo anterior mantengamos la calma y nos expresemos de la manera más natural posible. Como ya dijimos es casi seguro que para cuando lleguen las notas estaremos sobre aviso, pero de no ser así será crucial no perder los nervios. Si nada más abrir el boletín comenzamos a gritar, nuestros hijos se pondrán a la defensiva y contraatacarán con excusas o cambiando de tema. Nuestro objetivo es que se den cuenta de su error y que cambien su actuación de cara el próximo curso, no que nos tengan miedo.

Ahora bien, suspender no es algo que deba quedar sin consecuencias, especialmente cuanto mayor sea el número de cateos. Nuestros hijos han de entender que estudiar es su único trabajo y responsabilidad, y que cuando no cumples con tus responsabilidades no dispones de los mismos beneficios que cuando sí lo haces. Esto no debería suponer tanto un castigo como una retirada de privilegios, especificando desde el primer momento que podrá recuperarlos en función de su esfuerzo. Cuando los niños contemplan el castigo como algo enorme y largo no solo no reciben la menor motivación, sino que en ocasiones pueden acostumbrarse a su ausencia o darse el efecto contrario ("¿para qué me voy a esforzar, si total es imposible que consiga lo que quiero?"). Las medidas que adoptemos han de ser algo meditado y realista, pues no hay nada que mine más nuestra autoridad que poner castigos tan desproporcionados que nunca cumplamos. Establecer un horario de estudio en verano, por ejemplo, sería una buena medida inicial, y en caso de cumplirlo (lo que comprobaríamos preguntando regularmente la lección) recuperarían los privilegios retirados.

Cancelar las vacaciones familiares, por ejemplo, es una de las peores ideas que podemos tener a este respecto.

En definitiva, los suspensos no son algo que debamos afrontar como una declaración de guerra, sino como una eventualidad delicada. Nuestra reacción a ellos marcará en gran medida el cómo nuestros hijos se los tomen, y si necesitamos tomarnos unos minutos o días antes de hablarles del tema es mejor esperar que perder los nervios y que la situación se nos vaya de las manos. Existen múltiples maneras de mejorar el rendimiento académico de nuestros hijos, siendo nuestro servicio de tutorías individualizadas uno de ellos.

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